La vida se ve diferente cuando miras hacia atrás. Siempre te queda la sensación de que cambiarías esta o aquella cosa... Pero ya no hay vuelta atrás, eres lo que has venido formando durante años, y estás formado no sólo de lo que has ido consiguiendo, sino que eres también gracias a tus errores. Por eso no me queda sino estar orgulloso de haber llegado hasta aquí.
Durante años, he trabajado duro, pero a cambio he podido formar y ver crecer a una familia, a mi familia. La Villa ha sigo testigo. La Villa... ¡Creo que en ella me han pasado las mejores cosas de mi vida, y en ella también he tenido los momentos más duros! Pero siempre será La Villa. Mis raíces están allí.
La Villa |
La Villa es un pueblo humilde, pequeño. Un pueblo del día a día. No vivimos mucha gente ahí. Aunque siempre estamos acompañados, ni en las épocas más prósperas superamos las 4 familias, unas muy distintas de las otras; pasamos de familias más tradicionales como la mía, a familias completamente opuestas como la de los Montecatus. Pero pese a la pequeñez física, ¡nunca nos sentimos solos!
El día a día en La Villa es duro. Todo el mundo trabaja, y de acuerdo a sus posibilidades se le encarga una u otra tarea. Pero el afán de cooperación está siempre presente. ¡Hasta los más pequeños se embarcan en alguna aventura!
Distintas generaciones en el libro de honor |
Es divertido, ¿sabes?, porque según nacemos nos van poniendo un número, y es el que irá marcando la generación a la que perteneces. Con los años, dejas de creer en las generaciones, y en lo único que crees es en la familia, pero me parece justo que seamos los que hemos vivido más años los que tengamos que dejar lugar a las ilusiones más jóvenes.
El rodaje y el tiempo te van haciendo aprender casi a cada paso. Siempre vas aprendiendo alguna habilidad nueva (cubos naranjas) y nuevos conocimientos (cubos rosas), que te ayudarán a construir utensilios o te serán útiles si te embarcas en un viaje.
¡Es bonito que los artesanos siempre estén dispuestos a enseñarte a fabricar utensilios! Con ellos y con los animales podrás conseguir más trigo en el mismo tiempo, y poder llenar el granero con más facilidad. El único problema es que los artesanos tienen bastante trabajo; entonces, si le das lo que te piden a cambio, aprenderás en el momento; si no, te tocará ponerte a la cola y perderás tiempo. ¡Tiempo que siempre corre en nuestra contra!
En cuanto a los viajes, allá donde vayas necesitas una carreta, tiempo, y recursos; si eres valiente, entonces seguro que podrás conseguir dinero, más recursos y prestigio con que ayudar a tu familia.
El ayuntamiento de La Villa |
Pero amigos, no todos somos ni tan habilidosos, ni tan aventureros. Yo por ejemplo, me he inclinado más por el arte de la persuasión (cubos verdes), y eso me ha ayudado siempre en el trueque en el mercado y he ayudado a la familia a conseguir prestigio con todo lo que han ido construyendo, cultivando y criando. También es útil la persuasión, ¡qué duda cabe!, en la ley y en el orden, y no pocos favores he conseguido gracias al consejo del ayuntamiento del pueblo.
Y así va transcurriendo nuestra vida. Nos vamos repartiendo el trabajo según las aptitudes y las necesidades. Y es cierto que una vez que tomas algunos de los caminos, es difícil regresar a la granja, pero nunca olvidas a los tuyos. Es lo que te da fuerzas para seguir adelante. También a cambio de recursos puedes elegir una camino que no tenías previsto, pero no todos nos lo hemos podido permitir.
Iglesia de La Villa |
Otra cosa que hacemos en mi familia es buscar remanso en la Iglesia de nuestra Villa después de un día de duro trabajo. ¡Me acuerdo como si fuera ahora mismo cómo escuchaba de niño las campanas desde el molino con mi abuelo y cómo bajábamos la colina corriendo! Esa Iglesia que también ha visto nacer a toda mi familia. Hijos, nietos y bisnietos han sentido su recogimiento. La fe nos hace más fuertes (cubos marrones), y además si tienes suerte, vivirás la buena acogida de los monjes. ¡Es una suerte que te den la oportunidad de quedarte con ellos! Son personas gratas y agradecidas; valoran mucho el trigo, y con unos cuantos sacos, el prestigio de la familia se hace notar.
Pero ahora, detrás de estas barbas blancas se esconde un anciano enfermo. El tiempo va pasando, las necesidades siempre acechan, y las plagas, para las que no tenemos cura, me han pasado factura. Después de esta mirada hacia atrás siento que es la hora de partir.
Todos dejamos un legado, aunque sólo sean recuerdos. Sé que mis hijos, mis nietos, y mis pequeños biznietos siempre tendrán un recuerdo en su memoria y un rincón en su corazón para conmigo. Al fin y al cabo, ellos son ahora gracias a que yo un día fui. Eso me satisface. Eso me llena. Eso me da la tranquilidad en estos momentos finales. Sé que ellos seguirán revoloteando por La Villa, seguirán yendo y viniendo, trasteando con las otras familias, con los mercaderes, con los artesanos. Sé que seguirán yendo a las colinas, que volverán cada tarde al molino... Y sé que cada una de esas tardes, en el molino, me sentirán de cerca cada vez que escuchen el tañir de las campanas.
El pequeño cementerio |
Sólo Dios sabrá qué destino me espera, si podré pasar a formar parte del libro de honores del pueblo, o descansaré abajo en el sencillo cementerio. Sea como sea, tengo ya el equipaje con los buenos recuerdos, con el cariño, con todo lo que mi familia ha hecho por mi. Me los llevo conmigo. Orgulloso y sereno, les estaré esperando.
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