¡Oh, Némesis! Diosa de de la justa venganza, ayúdame, dame tu bendición, y permite que un inculto como yo alce su voz con gran elocuencia.
Este es el relato de una venganza. O mejor dicho, el relato de cómo se hizo justicia, e injusticia. Al fin y al cabo, venganza es justicia e injusticia.
Todo relato tiene sus protagonistas. Dejadme que os cuente, para empezar,
"Somos los que vamos a ser quemados, atados, golpeados y pasados por la espada"
Este es el juramento del gladiador. Esto es lo que somos. Los hijos de Némesis, aquellos a los que la justicia de los hombres ha condenado a luchar hasta la muerte en el foso, y en coliseo. Cuando morimos, cumplimos nuestra pena. Cuando matamos, somos el brazo de la ciega justicia. En ambos casos, entretenemos.
Los gladiadores vivimos en ludus. Son un sitio que apesta a sudor, que rezuma odio y en el que solo se escuchan obscenidades en varias lenguas, y un latín mal hablado. Propio de la gentuza que somos.
Nuestros amos y señores, y sus lacayos lanistas, sin embargo, son gente importante en el mundo de la política. Hasta cuatro ludus se enfrentarán por la supremacía política en Capua. Esa supremacía, que ellos llaman influencia, permitirá a una casa proclamarse vencedora (al alcanzar un valor de 12). Todo lo que hacen los señores, todo, absolutamente todo, tiene que ver con ganar o perder influencia.
¡Ay, mi señora! Ojalá pudierais darme velocidad. Pero atado estoy de pies y manos, y no puedo pedir aquello que es imposible. Ayudadme, dadme elocuencia, permitid que mientras mi relato dure, alargue mi vida, y reblandezca el corazón del tribunal al que me dirijo.
Sabéis de sobra que mantener una casa de gladiadores es caro. No porque ganemos premios ni nos volvamos ricos; más bien porque nuestro entrenamiento y material no es barato. Para el combate, tenemos los mejores entrenadores; los más capaces herreros han hecho nuestras armas, y veteranos combatientes de mil batallas nos adiestran en la escuela táctica.
Pero luego, a la hora de dormir, dormimos en tristes camas de paja; una vida triste y pobre.
Para pagar todo esto, nuestros señores suelen tener otros esclavos, que cultivan el campo o actúan de médicos o negocian su afecto de mil maneras.
Con todo esto, esperan los señores ingresar dinero. Dinero que necesitan desesperadamente; dinero que es nuestra maldición, dinero que es nuestra condena, pues si no fuera por el dinero que se gana del espectáculo, los hombres habrían sido piadosos y nos hubieran enviado con nuestros ancestros mucho tiempo ha.
Pero estaba relatando cómo los señores luchan por la supremacía política.
Las intrigas de los de arriba
Hazme cantar, Némesis, las injusticias de nuestros amos. Nos compran y nos venden, como si de mercancía se tratara.
Cada año, se repiten los tres mismos ciclos con idéntico ritmo; así como late el corazón del hombre y de la mujer, del niño y del anciano, de la bestia y de los gladiadores, así se desarrolla el año. El año comienza con las intrigas de los señores.
Estas intrigas, de las que reciben tres nuevas cada año, pueden ser de varios tipos. Las hay que permiten vender gladiadores o esclavos para ganar dinero. Las hay que permiten ganar influencia. Esas son las positivas.
También tienen intrigas negativas; a veces mandan regalos envenenados a gladiadores, que les indisponen o directamente los matan, o hacen que sus señores tengan que gastar dinero para mantenerlos vivos. Conspirar, conspirar, conspirar...
Para defenderse, los señores cuentan con dos elementos. Por un lado, los guardias. De estos, no hay límite para el señor; cuantos más tenga, más seguro se sentirá. Estos guardias se pueden sacrificar (probando la comida del gladiador, por ejemplo), y tienen un 50% de posibilidades de entorpecer una intriga.
Además, los señores cuentan con reacciones, o la capacidad para realizar intrigas contra las intrigas de otros señores.
Todas estas intrigas, requieren pedir favores en los oídos propicios, así que hay que tener influencia para lograrlo. Varios señores pueden unirse para colaborar en una intriga y, a menudo, lo hacen, pero no gratis - suele haber intercambio de dinero o de otros favores para lograrlo.
El mercado
Cuando llega la primavera y se han cansado de intrigas, entonces van al mercado.
Némesis todopoderosa, canta, canta, de los señores en el mercado. Primero, compran y venden entre ellos; después, el maestro de ceremonias saca tantos elementos a la venta como señores haya. Estos elementos se mantienen ocultos de los señores (salvo el que se esté subastando), para que no planifiquen sus compras y gasten más dinero. A la hora de pagar, hay pujas y el que más ofrezca se lleva el producto.
¿Y cual es el producto, Némesis?
Carne humana.
Almas.
Esclavos con los que ganar más dinero o diestros gladiadores para acudir a la arena. Oh, si, también se venden armas, y armaduras, y algún otro equipamiento para la arena, pero lo principal que se vende es carne humana.
Y con ello, llegamos al verano.
El combate
Y en el verano, Némesis aparece y trae rápida justicia o venganza, pues en esta época del año, tenemos los juegos.
Se realiza una puja, y el ganador organiza los juegos, es el anfitrión, gana influencia. Entonces, invita a otras casa a combatir (puede ser su propia casa también). La casa cuyo gladiador resulte ganador, recibirá influencia. Normalmente el organizador intenta escoger casas débiles, a las que sea fácil ganar.
Y es que el público no aprecia una victoria trabajada más que una victoria simple. Los gladiadores que hayan ganado, reciben el favor del público; cuanto más favor tenga, más dinero cobra su casa cada vez que vaya a combatir.
Al final del combate, el organizador decide la vida o muerte del derrotado (si es que ha sobrevivido y su cabeza no rodó entre el polvo de la arena), mientras los avariciosos señores recogen las ganancias de sus apuestas (por victoria de este o de aquel, si el gladiador sobrevivirá o no al combate, y si lo hará intacto). El campo de combate es todo un trasiego de apuestas.
La injusticia
Esta es nuestra triste historia, oh, magnífico tribunal. ¿Es, por tanto, injusto que nos hayamos decidido a rebelarnos contra nuestros amos? ¿Es por tanto, injusto, que les mataramos? ¿Debemos comparecer por ello ante este tribunal? ¿Acaso no lo hubieran hecho ustedes?
Pero no me contesten, ya veo en su mirada que antes de acabar mi discurso me cortaran la cabe.......
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